Recuerdo el momento en que la decisión de divorciarme se hizo tangible en mi mente. Momento que ocurre cuando es inevitable cerrar los ojos y no dejar ver que la relación llegó a su punto más crítico. Donde tú te pierdes entre la rabia, impotencia y frustración.
Generalmente son otras personas las que con un comentario preciso e incisivo, muestran que es tiempo de tomar una decisión. En mi caso, fueron las palabras de mi Nana, que con su franqueza (casi con rudeza) arrojaron en mi cara el real problema:
“¿Pueden bajar la voz? SAMARIEL siempre se despierta asustado cuando discuten”.
Muchos años después, he vuelto a conversar con ella, ahora casada y con una hija preciosa. Ella me contó que abrió la puerta de mi dormitorio ese día, porque no soportaba que mi EX no entendiera que los niños nos necesitaban tranquilos y unidos. SAMARIEL juega con la niña y sonríe. Son los niños más felices que he visto.
Desde estas líneas, un enorme abrazo a todas aquellas mujeres que día a día tienen que defender su decisión de haber puesto un final a una relación conflictiva y dañina.
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